"Misiones"... Sólo escuchar esa palabra hacía que se me pusiera la piel de gallina. No precisamente de emoción, sino porque pensaba que aquello era para mártires dispuestos a morir clavados en un palo o servir de almuerzo para unos hambrientos caníbales en la selva... Por favor nadie se ofenda, no me estoy burlando, pero esa era la imagen que yo tenía de misiones.
Indagando un poquito sobre la vida de Felipe descubrí que él fue diácono en la iglesia de Jerusalén, encargado de repartir los alimentos. Dada la persecución que sufre la iglesia, se convierte en evangelista y uno de los "valientes" porque no se limitó a hablar de Cristo sólo a los judíos, sino a los samaritanos (eternos enemigos de los judíos).
Felipe resultó ser todo un "éxito", sus "campañas evangelísticas" en Samaria dieron mucho que hablar, ¡¡los paganos se estaban convirtiendo!!En medio de su exitoso ministerio, Dios le envía un ángel con un recado:- "Felipe, se acabó tu campaña en Samaria. Dios quiere que te vayas al desierto".
Podría haber puesto resistencia y dicho: - "¡pero Señor! cómo, por qué, estamos tan bien aquí, mira los frutos... etc.", sin embargo Felipe obedeció y se fue a aquel lugar pelado, sin gente, poco atractivo, al cual ninguno de nosotros nos gusta ir.
Estando allí Dios tenía preparado un encuentro con un extraño personaje, un eunuco de Etiopía, que venía leyendo al profeta Isaías.
"El Espíritu le dijo a Felipe: "Acércate y júntate a ese carro". Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó:-¿Acaso entiende usted lo que está leyendo? -¿Y cómo voy a entenderlo --contestó-- si nadie me lo explica?Así que invitó a Felipe a subir y sentarse con él. (Lee toda la historia Hch. 8:26-40)
Me permito comparar el encuentro misionero de Felipe y el eunuco, con el llamado de Dios a muchos de nosotros a servir y trabajar con unos extraños personajes: los jóvenes y adolescentes. Hay muchos que se asustan o se declaran incompetentes frente a ellos. Otros lo ven como el campo "misionero" en medio del desierto donde te "entrenas", para más tarde llegar a un lugar donde tu ministerio evangelístico, pastoral, de maestro, etc. pueda ser más "fructífero"...
Servir a los jóvenes sin duda es un trabajo MISIONERO, pero al igual que Felipe, la iglesia de Cristo debe ser obediente al llamado que el Espíritu Santo nos está haciendo a ir en busca de ellos. Estar dispuestos a ir al desierto en el cual viven, y al verles, acercarnos a ellos, "subirnos a su carro" y escuchar sus preguntas. Después, dirigidos por el Espíritu Santo abrir nuestras bocas y entablar una conversación en un lenguaje que ellos entiendan. Hablarles sobre aquello que tanto buscan y que no logran encontrar. Hay que pasar tiempo con ellos y explicarles lo que no entienden, porque muchas veces no hay quién se los explique:¡¡El amor incondicional de Dios por ellos, las buenas nuevas de salvación y de la vida abundante que Él tiene preparada para ellos!!
